3.5.10

Creo que aún puedo escribir

siempre me encantó escuchar cuando usabas palabras rebuscadas, y cómo apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá fue por eso que usaste siempre como respuesta el odiado "idem". excusaste, siempre, tu falta de emotividad justificando tu pasado y tu contexto. como que nadie nunca hubiese sido suficiente para ti. como augurándote tu propia miseria. a veces, como si la quisieras. y te amé así, con todo lo que pude. con mi alma, con mi corazón, y con todas mis fuerzas. luchando. batallando contra enjambres de fantasmas, y contra ti. sintiendo siempre que nunca lograría nada más que las sobras de ese gran banquete, ahora extinto. dibujé en el aire con mi lengua, sedienta de amor, nuestra propia historia: la que íbamos construyendo. y le agregué utopías creyéndome lo suficientemente fuerte como para demostrarte y demostrarme que soy esa amante, esa que ama sin medida. incluso, sin esperanzas. y me gustaba aprender palabras contigo. y escuchar cuando usabas palabras rebuscadas, y cómo, con esa mirada perdida, apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá fue por eso que las usaste siempre como un arma de dos filos. eres inteligente, tal vez más que yo. y me encantaba cuando en medio de la tarde destrozábamos nuestras sábanas mentales y yo te decía al oído "Te quiero", mientras me dejabas recorrerte la locura con mis labios sedientos de ti. como que siempre fuera la última vez. con esa pasión con la que construíamos mundos paralelos. quizá fue por eso que me enamoraba de ti, por tu alter ego en mis manos, cuando todo desaparecía y, al terminar, volvíamos al mundo miserable donde usabas esas palabras rebuscadas que tanto me encantaban. quizá por eso sabías qué decir exactamente en el momento preciso. cuando presentías que pasaría algo. cuando buscabas pretextos para "olvidarnos de todo" porque "no querías cambiarme o hacerme daño" y cuando te daba "tristeza saberme enamorada" de ti. es que verme sin ti siempre ha sido pavoroso. tan sin ti, soledad tan inmensa sin ti... y tan completos que fuimos cuando no estabamos y estabamos al mismo tiempo. como si fuésemos la pasta y el cepillo, la cuchara y la sopa, la arena y la espuma. y me encantaba cuando usabas tus analogías para ilustrarme tu/mi/nuestra situación con palabras rebuscadas, y ver cómo apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá por eso sabías cuándo callar. cuándo dejar el silencio como testimonio de cualquier cosa. cuándo evadirme. cuándo darle la vuelta al asunto y decirme que, quizá, el problema era yo, no tú, o viceversa, y al revés, y de regreso, y mi inseguridad y la tuya. como siempre, llegando a nada. y me gustaba sentirme enamorada de ti, y saber que quería (niña imbécil que soy) estar contigo, y ser plenos, como cuando nos besabamos el cuerpo. como cuando descubrí las estrellas contigo - siempre, contigo, era como una primera vez - y vi colores en el techo oscuro de mi cielo. quizá por eso siempre tuve la prevención de no decir más que grises. y me gustaba pelear contigo por eso de los grises, y los negros y los blancos. como que no existiera una paleta infinita de colores. como si, de hecho, el blanco y el negro los fueran. y me gustaba verte de reojo, para que no te dieras cuenta. para no sentirme descubierta. quizá por eso te dije que amo hasta pasado el tiempo, cuando sabía que no podía quitarme este músculo del pecho para que bebieses de mi sangre hasta saciarte y sonreír. y me gustaba recostarme en tu regazo y que escucharas cómo esa máquina que llenabas de vida me torturaba el pecho. sabiendo que teníamos sólo ese segundo para la verdad. sabiendo que en cualquier momento cualquiera de los dos saldría huyendo despavorido del otro, como si el monstruo fuésemos nosotros mismos cuando estamos juntos. y odiaba cuando eso sucedía, y nos lastimábamos con fuerza y sin piedad. sin perdonar nada. siendo nuestros más duros críticos y obviando que respirábamos el mismo aire. y de ida y vuelta, en este círculo de amistad/amor, siempre me encantó escuchar cuando usabas palabras rebuscadas, y cómo apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá fue por eso que usaste siempre como respuesta el odiado "idem" y/o el frío "yo también"

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