como en una extraña pecera
me acunas o me escupes
convirtiéndome
en el polvo de tu tierra,
entonces llueve, quizás,
o destrozas el ruido de tus acantilados
y me veo en el abismo de tus ojos
como a vista de todos,
y pienso paso a paso,
con mis zapatos que son lenguas,
pienso a veces que te quiero, cielo,
que tú eres el mar,
que tus olas me respiran
de humo, como humo en círculos
y me dejas ser tus ojos
y tu viento amargo que danza la basura
me da vida si te vivo
y da paso a los pasos que son besos.
Deja que te lleve en mis bolsillos desgastados,
en mi corazón deshecho a fuerza de camino,
que eres tú la única razón que me queda
aunque la alegría sean llantos
y siempre te termine dejando
en la esquina más inmóvil de mi memoria.