20 minutos de rebeldía contra el mundo

Hubo un tiempo de inseguridades y tristezas
donde se reflexionaba flexionando las rodillas,
a la inversa hoy.
Maletines y corbatas que no mueven ni un dedo,
hambre a todas horas,
hambre de todo;
ganas de matar si se pudiera,
era un siglo ni mejor ni peor
pero más serio, más real
las cosas ocurrían de cara,

frente a frente
sin ingenuidad y sin malicia,
con el temor humano que se admitía,
aún no parecían palabras peligrosas:
empresa, estado, reino,
sin duda lo que más echo de menos
es que al hablar del futuro
se sentía más avanzado que el yo, el hoy, el aquí y el ahora.

El dinero siempre ha sido sucio,

siempre brillando latente en los ojos de muchos

mientras el amigo, el obrero,

todos los que estamos bajo la pirámide recogemos migajas,

las sobras,

el alimento que le dan ellos a los perros.

Algunos crédulos ladran, piden más,

prefieren un poco de migas antes que nada,

lo único que me alegra es que dentro de la miseria

aún quedan quienes toman las migajas,

las exprimen frente a los ojos del patrón

y le gritan en la cara

¡No quiero tus mierdas! ¡No las merezco!

Las patrones no esbozan sonido,

no fruncen el ceño,

meten la mano al bolsillo rebosante de dinero,

miran hacia el horizonte con un pecho vacío de latidos,

bajan la mirada, siguen adelante.

Cuándo será el momento que cierren la boca de labios secos,

que llenen de gloria a lo marginales,

que den el espacio a la diversidad.

Cuándo me pregunto

dejarán de llenarse la boca con cuentos morales,

y asumirán que bajo de cada sucio billete dentro de sus bolsillos

está el sudor del amigo obrero,

está el esfuerzo de un país entero,

está el sueño de los que no han nacido,

está el espacio de alguien más.