10.3.10

Caja fuerte

Si yo hubiera podido guardarte en ese instante, cuando olvidabas sus pestañas y te concentrabas en mis manos y en mi boca. Te hubiera escondido en un cofre, pequeño el cofre, sólo para mí. Te hubiera hecho polvo y te hubiera inhalado una y otra vez hasta quedar (más) imbécil. Te hubiera guardado en un cofre pequeño, para enloquecerme mientras te escuchase diciendo que me quieres. Te hubiera abrazado. Te hubiera deseado el cuerpo completo con el alma para llenar mis vacíos. Me hubiera seguido equivocando contigo y hubiera sentido el amor más tímido y adolescente al hacerlo. Si yo hubiera podido guardarte en ese preciso instante en el que no descubrí que no mentías, y que mentía yo diciendo que no me importaba ni un poco, definitivamente estaría completamente loca de amor. Es que era todo. No eran sólo esos momentos en los que sus pestañas desparecían, y le asesinábamos acompasando nuestros cuerpos con furia, de la forma más animalesca posible. Y contigo en la caja ... yo me hubiese encerrado contigo, te hubiese besado con furia, te hubiese abrazado con furia, te hubiese regalado mi puta existencia. Y te hubiera obligado a mentirme y traicionarme para tener cosas qué escribir. Si yo hubiera podido guardarte en el miserable, cobarde y brevísimo instante en que te obligué a decirme "Yo también te quiero", en el maldito instante en que por un solo segundo te olvidaste de su sombra y de sus brazos y te aferraste a los míos, estaría más perdida ahora, y con el corazón encencido. Tal vez creería que te inventé, y no que pasaste por mi cuerpo sólo buscando abandonarte para sentirte enorme. Porque sabías que podías y que no iba a negarme. Porque sabías que te dí todo el derecho de jugar conmigo, de hacer lo que quisieras. Si te hubiera marcado más veces mis labios en tu espalda, o en tu cuello, y te hubiera guardado en el maldito cofre, seguro que nadie más podría leer lo que quise escribir con ellos, y cómo quería que sólo tú lo supieras - ahora me otorgo el derecho de contarlos yo misma a quien a mí me plazca.- Ahora no escribo con los labios : escribo con los dedos. Recuerdalo. Te habría guardado para mi placer culpable, para enfrentar mis miedos, para darte felicidad y libertad (que creo que buscas). Tal vez he olvidado que los mejores versos no se escriben gracias a la perfección: se escriben por fuerza y por valentía. Esta rabia maldita es la que guardo ahora en el cofre, y lo tiro al mar, con fuerza. Ya he comenzado a recolectar trozos míos que quedaron tirados para construir una caja nueva, una caja en la que mi corazón yace dispuesto a limpiar las páginas y empezar un nuevo capítulo.

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