17.10.09


Estoy mirando algo, no sé bien lo que es pero se siente tibio, es casi como el viento golpeando las flores de una pradera pintada. No sé bien que me hizo, pero me sentí flotando entre nubes y espuma, me sentía como nadando en la euforia de un mar de calma.
No sabía nada de mi pero me conocía tanto, yo nunca supe lo que era pero me gustaba, me alejaba, me acercaba, no lo sé, nunca lo supe, nunca pude entender como hacía para que mis rodillas volaran.
No importaba el frío en la mañana, ni las pastillas que debía tomar cada noche. Llegaba a mi casa, me miraba al espejo y me reía sola, todo se llenaba de palabras extrañas, personitas disfrazadas con uniformes y caras felices.
Nos robaban los colores secundarios y me regalaba una rosa cromática, yo aún no sabía que era, pero algo nuevo me estaba provocando, incluso cuando me escondía entre las frazadas de la cama no me dejaba dormir, rotaba entre el insomnio y el soñar despierta. No era malo, era dulce, era cálido, se volvía oscuro y se iluminaba de nuevo, era algo nuevo, algo que no tenía nombre, pero cuando se juntaban las manos y se entrelazaban los dedos era como si el cielo se juntara con la tierra y las estrellas fueran peces volando por el firmamento monocromo.
Yo nunca supe bien que era o como se llamaba, o como le decía, o como podría decirle, pero cuando te mire a los ojos desde aquí sentí que debía llamarlo amor.

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